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Tres pistas para un crimen


Cierto amigo mío se compró una vieja mansión en el campo y como siempre que uno es astrólogo la gente cree que se suele ser el sabelotodo del Ocultismo, confundiendo lamentablemente las paraciencias con los sistemas adivinatorios, a poco de haberla adquirido me llamó para invitarme a pasar un fin de semana en ella, pues, según él, “allí sucedían cosas muy raras”, y, ¿quién mejor que yo para descifrarlas?

Fue inútil que le dijera que las casas encantadas no eran mi especialidad, dado que ni me escuchó y así me vi forzado a ir personalmente a sacarle de su error. Pero no sirvió de nada ya que me cogió por su cuenta y encerrándose conmigo en la biblioteca, me contó la siguiente historia:

-Hace cien años, esta casa fue el escenario de un crimen. La dueña amaneció muerta un día y como se había casado en segundas nupcias hacía escasamente unos meses, se acusó al nuevo marido del asesinato, porque al abrir el testamento se comprobó, que él heredaba toda su fortuna. Se hizo una investigación forense descubriéndose que la dama en cuestión, había sido envenenada con un sutil mejunje de procedencia colonial, y puesto que el viudo había sido médico en un mercante de ruta sudamericana, todo pareció acusarle. Se le encarceló, se le juzgó y se le hubiera ejecutado de no morirse antes de un oportuno derrame cerebral.

Él siempre se proclamó inocente e incluso cuando le leyeron la sentencia, pronunció su frasecita dedicada a los tres hijos de la finada:

-“Me lleváis al cadalso por envidia. ¡Dios no permita que gocéis de unos bienes tan deshonrosamente conseguidos!”

Y luego los hechos parecieron darle la razón, porque los tres murieron jóvenes y sin descendencia, lo que hizo correr el rumor de que quizás se había cometido una injusticia y aquel desgraciado no había matado a nadie, pero, como todos estaban muertos, se echó tierra al asunto pretendiendo olvidarlo. Y digo pretendiendo, porque con el fallecimiento del último de los herederos a causa de una fractura de cuello ocasionada al caerse del caballo, empezó lo que ha dado en llamarse la leyenda de la mansión. Al venir con el coche, ya habrás visto que es una finca hermosísima, y desde luego, te lo puedo asegurar, vale mucho más de lo que yo he pagado por ella, claro está que soy el único que se atrevió a comprarla, los miedos supersticiosos y todo eso, ¿comprendes? Suerte que yo no lo soy... Bueno, lo era, que a estas alturas ya no sé que pensar.

Según afirma la leyenda, desde que se mató el último descendiente, cada año, en el aniversario del asesinato, aparecen sobre la cama de la víctima, tres cartas del Tarot, siempre las mismas y en igual disposición. Hace un par de semanas se cumplió esa fecha; revisé la habitación personalmente el día anterior, la cerré con una llave que me colgué del cuello y, a la mañana siguiente, al abrir la puerta, me quedé helado al descubrir sobre la colcha tres cartas... Y tú ahora te preguntarás que pinta el Tarot en todo este asunto: la leyenda afirma que el presunto asesino, en sus viajes a ultramar, se aficionó a las brujerías. Verás, quiero decir que le dio por el Ocultismo, las cartas, la astrología, ya sabes...

Yo me incomodé ligeramente.

-La brujería es una cosa, amigo mío, y las Ciencias Adivinatorias otra, no te confundas.

-De acuerdo, de acuerdo, perdona chico, pero es que siempre me lío... -se excusó él conciliador- Bueno, resumiendo, que lo de las cartas son mensajes de ultratumba en los que quiere decir algo, presumiblemente revelar la identidad del verdadero culpable, aunque hasta ahora nadie haya podido dar con la clave del enigma.

Suspiré resignado.

-Y por lo que veo, en tu opinión soy el elegido de los dioses, o sea, que no tengo escapatoria. Veamos lo que se puede hacer. Primero me tendrás que enseñar las cartas.

Pero las cartas habían desaparecido. Según mi amigo, él las dejó a buen recaudo guardadas en el interior de un cajón de su despacho y, al irlas a buscar, ya no estaban, sin embargo, el se acordaba de cuales eran: “Largas y estrechas, muy antiguas; aparecían dos juntas, primero la VIII y luego la VII, y como a un palmo de distancia aparecía la V.”

Dado que mi profesión es la de astrólogo, conozco el Tarot y otros sistemas adivinatorios, y lo que primero me intrigó de aquellas tres cartas es que su estricto sentido cartomántico no parecía encajar en la resolución del caso. Pues la VIII es La Fuerza, la VII El Carro y la V El Sumo Sacerdote, y ni energía, ni viajes, ni misticismos se mostraban coherentes con el suceso, así que me puse a interpretarlas como si de sectores astrológicos se tratasen.

La VIII representaba la muerte, (octava casa zodiacal), y la VII el matrimonio, (séptima casa o descendente, los otros, la pareja), es decir, muerte del matrimonio o bien que el asesino podía ser el marido; pensado que el móvil del crimen era económico, deduje que si el dinero está representado por el sector II, (o casa segunda del círculo zodiacal, dinero, bienes, adquisiciones), si contamos siete sectores a partir del II nos encontramos con la casa VIII, o sea: dinero heredado y muerte, lo cual asocia muerte y dinero con ambos cónyuges. Pero si la cuenta se efectúa desde el sector de la madre, (casa X), cinco casilleros hasta el II, (casa V zodiacal, amores y progenie), hallamos: hijos de la madre implicados en un asunto de bienes y muerte de la interfecta por causa del amor y del dinero, (relación de II con VIII).

¿Eran, pues, los hijos, o sólo uno de ellos?

Mi amigo estaba exultante pero a mí el resultado no terminaba de convencerme por lo que, en mi parecer, constituía escasez de pruebas.

-Si tuviéramos los datos natales de todos...

-Por suerte para ti los tengo. La finca la heredaron unos primos lejanísimos, los cuales encargaron su venta a una agencia especializada y como había mucho empeño en que la casa se vendiera, la administradora, de sucesores en sucesores, se ocupó de su mantenimiento a lo largo de los años; como habrás podido advertir, todo se halla muy bien conservado, incluso los libros. Fisgoneando, descubrí hace días, una especie de registro casero escrito por los cabezas de familia durante décadas.

Para un astrólogo siempre es una delicia encontrar datos natales antiguos que sean completos. Busqué las fechas que me interesaban y entonces el verdadero significado de las tres cartas concluyó por desvelarse al fin.

El asesino había sido el tercer hijo, joven de costumbres libertinas y terriblemente endeudado. No obstante, lo curioso del caso es que él no había pretendido matar a su madre sino al padrastro, mas fue ella, por error, la que ingirió el veneno.

Ahora bien, tengo que aclarar que antes de alzar los temas respectivos, yo ya imaginaba quién era el criminal. Fue al leer sus fecha de nacimiento: Leo la madre, el padrastro Cáncer y el hijo pequeño Tauro. Leo da jefes, gente importante que manda, y ella era la indiscutida matriarca; Cáncer es, por excelencia, el signo de los asuntos familiares, se desarrollen estos para bien o para mal, y, además, otorga notables facultades de tipo extrasensorial, en cuanto a Tauro siente atracción por los bienes materiales y su punto vulnerable es el cuello.

Entonces, el significado de las cartas del Tarot resultó tan evidente, que me maldije por mi torpeza:

La carta de La Fuerza pertenece a Leo, el Carro a Cáncer, y el Sumo Sacerdote a Tauro.

Desde aquel día, nunca más volvieron a aparecer las tres cartas en el dormitorio “encantado”.


Autor: Rico
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