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Llevame a mi sitio


El Sr. González miraba atentamente un documental sobre el mundo animal que todas las tardes emitían en el único canal de televisión que no se dedicaba a los culebrones suramericanos o, peor aún, a nuevas series españolas dedicadas a fotografiar la sociedad actual, con sus insultos, jeringuillas y desamores de adolescentes.

Eran las cuatro y media cuando llamaron a su puerta. Era Don Marcelo, el anciano vecino de la planta baja. Vivian en un edificio de dos plantas sin ascensor y a Don Marcelo le costaba Dios y ayuda subir los dos escalones, el del portal y otro mas interior, que le separaban de la puerta de su casa, cuando volvía de pasear. Por eso al Sr. González, que vivía en la planta superior, le sorprendió ver a su viejo vecino en su puerta. Subir una planta debería de haberle llevado casi una hora, así que tendría algún motivo importante.

- Hombre Don Marcelo, ¿Cómo ha subido usted hasta aquí?

Don Marcelo no contestó, entró en la casa, dejó su bastón sobre una silla y se sacó algo del bolsillo. Estirando el brazo le dio una llave al Sr. González diciéndole:

- Mira hijo, voy a salir de viaje y me gustaría que de vez en cuando te dieras una vuelta por mi casa para ver si todo está bien. ¿Me entiendes?, date una vuelta de vez en cuando.

Don Marcelo vivía solo, su mujer murió y no habían tenido hijos. ¿Con quién podría ir de viaje? ¿A dónde? Antes de que esos pensamientos se convirtieran en palabras el viejo salió de la casa y bajó las escaleras con dificultad, pero con más agilidad de la que el Sr. González hubiera imaginado. Nada mas cerrar la puerta el Sr. González vio el bastón de Don Marcelo sobre la silla, lo cogió y bajó rápidamente hasta la puerta del viejo. Llamó varias veces. No respondió.

Pensó que se fue directamente a dar su paseo pero al asomarse a la calle no lo vio, así que decidió dejárselo en su casa aprovechando la llave que unos segundos antes le había dado. Nunca había estado en casa de D. Marcelo aunque tenía con el una entrañable amistad, fruto de algún paseo compartido y algunos ratos de charla en la taberna. Dejó el bastón en una percha y decidió "darse una vuelta por la casa" como le dijo. Al llegar al dormitorio, D. Marcelo yacía en la cama. Despedía un fuerte olor a podrido. El forense dijo que llevaba muerto dos días.


Autor: Fernando Morante
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