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El santo entierro![]() Eran las diez de la noche y Miriam estaba tranquilamente tumbada en el sofá frente al televisor, cuando sonó el teléfono. Sin darle apenas tiempo a pronunciar un diga, una voz metálica y aguda, como procedente de un contestador automático dijo: -Funeraria El santo entierro le recuerda que le queda un mes de vida. Tenemos ofertas muy interesantes en nuestra web elsantoentierro.blogspot.com. Entre ahora y benefÃciese de un 5% de descuento adicional. La llamada se colgó. Miriam no daba crédito a sus oÃdos. ¿Qué clase de broma macabra era aquella? Era una broma de muy mal gusto, pensó. En cualquier caso, no quiso darle mayor importancia y volvió a tumbarse frente al televisor. Quizás, si hubiese tenido setenta años y una salud delicada, aquella llamada le hubiese incomodado pero, a sus treinta y ocho, le pareció de lo más absurdo. HabÃa pasado algo menos de una semana desde el incidente cuando nuevamente, el teléfono sonó a las diez en punto de la noche. -Funeraria El santo entierro le recuerda que le quedan veinticinco dÃas de vida. Tenemos ofertas muy interesantes en nuestra web elsantoentierro.blogspot.com. Entre ahora y benefÃciese de un 5% de descuento adicional. Esta vez fue ella quien colgó el teléfono antes de que el mensaje concluyese. Un escalofrÃo recorrió su espalda. ¿Quién podÃa ser tan retorcido? Descolgó nuevamente y busco en la memoria del teléfono desde que número la habÃan llamado. Tomó un bolÃgrafo y empezó a copiar los números. 96 666 66... 66. Miró nuevamente el teléfono con la expresión desencajada. Era correcto. -¿Qué coño de teléfono era aquello? Pensó Marcó lentamente los números y esperó. El mensaje de la operadora no se hizo esperar. -No existe actualmente ninguna lÃnea en servicio con esta numeración. Aquella tonterÃa estaba empezando a molestarle. Era cuanto menos desagradable y, el hecho de que el teléfono no existiera todavÃa la inquietaba un poco más. Respiró hondo y recapacitó. No podÃa dejar que aquella estupidez la incomodase de aquella manera. Eso era seguramente lo que pretendÃa el artÃfice de tan retorcida gracia. Asà que, con los ánimos renovados, volvió a sentarse plácidamente frente al televisor. Durante unos dÃas Miriam se olvidó por completo de aquello. El dÃa a dÃa de la oficina era bastante frenético en aquella época del año y, para cuando llegaba a casa, era tan tarde que tan sólo le apetecÃa tumbarse en el sofá con un bol de ensalada y una pieza de fruta. Aquel dÃa, la calma se vio interrumpida nuevamente a las diez en punto al sonar el teléfono. -Si diga -Funeraria El santo entierro le recuerda que le quedan veinte dÃas de vida.Si llama ahora podrá beneficiarse de nuestra oferta especial dos por uno. Visite sin falta nuestra web elsantoentierro.blogspot.com. Seguro que encontrará todo lo que necesita. Aquello ya pasaba de castaño oscuro. HabÃa dejado de ser una broma para convertirse en una auténtica pesadilla. Volvió nuevamente a mirar en la memoria del teléfono desde qué número la habÃan llamado. Por segunda vez, el número que aparecÃa en la memoria era el mismo de antes 96 666 66 66. Un número inexistente y cuanto menos inquietante. Ahora empezaba a estar nerviosa, intranquila. No es que creyera el contenido del mensaje pero empezaba a afectarle. La única pista que podÃa seguir era la famosa web que se mencionaba en el mensaje; elsantoentierro.blogspot.com . Asà que se fue hacia el ordenador, lo encendió y escribió el nombre de la web elsantoentierro.blogspot.com . Ahà estaba. Jamás en su vida habrÃa entrado por placer en una web asÃ. Una bienvenida un tanto peculiar adornaba la página inicial de aquella web. Los servicios funerarios del Santo Entierro esperan que el catálogo de productos aquà expuesto sea de su agrado. Les deseamos una feliz navegación. -¿Una feliz navegación?, Pensó. Hay que ser retorcido. Miró la parte de abajo de la página y vio que habÃa un contador que marcaba el número 058640. Luego, recorrió todas las secciones de la web tratando de encontrar algo que le diese una pista. Finalmente, vio al pie de la página un teléfono y una dirección de correo. ©Real, Ilustre Funeraria de El Santo Entierro C/ Milagros, 16, Madrid Tlfno: 91 272 60 59 E-mail: [email protected] Decidió llamar al número y probar pero, tal y como se temÃa, el mensaje de la otra vez se repitió. -No existe actualmente ninguna lÃnea en servicio con esta numeración. También probó enviar un mail pidiendo explicaciones y, en breves instantes, obtuvo una respuesta. Estimada Miriam, Su número personal es el 058640. Ahora que ya ha cogido número para su entierro, le rogamos escoja el féretro y los arreglos florales que desee para tan feliz acontecimiento. Gracias por su interés en nuestros servicios. Atentamente Santo Entierro S.A. -¡Joder! Exclamó levantándose de un brinco. Esto no puede estar pasando en realidad. Empezó a dar vueltas por todo el salón mordiéndose las uñas. ¿Cómo podÃa parar aquel sinsentido? HabrÃa algún modo de averiguar quien estaba detrás de todo aquello. Seguro que la policÃa tendrÃa más de un caso de ese tipo en sus expedientes resueltos. A la mañana siguiente se pidió el dÃa libre y se acercó a la comisarÃa del barrio. Tras más de media hora de conversación con el jefe de policÃa Miriam decidió mostrarle la web en cuestión. -Escriba, escriba... elsantoentierro.blogspot.com El hombre en cuestión, no sin una cierta desconfianza, tecleó aquella dirección. La respuesta no se hizo esperar. The Web site cannot be found -¡No puede ser! Seguro que ha tecleado algo mal. Vuelva a probar. El jefe de policÃa la miró con cara de paciencia y volvió a teclear de nuevo la dirección. -elsantoentierro.blogspot.com y ahora...Intro. The Web site cannot be found -Mire señora. Probablemente no ha sido más que una broma de mal gusto. Vuelva a casa y tranquilÃcese. Seguro que si no se han cansado ya, lo harán en breve. -Pero, le juro que ayer entré en esa web... -Si yo no lo dudo pero...ya ve. Déjelo estar, de verdad. Y ahora, si me disculpa. Tengo mucho trabajo. Miriam volvió a casa cabizbaja. Quizás tenÃa razón el policÃa y ya se habÃan cansado. Era probable que tras su entrada en la web la hiciesen desaparecer sin más. Si lo pensaba frÃamente lo ocurrido no era tampoco tan grave. Si no llamaban más, aquello no pasarÃa de ser una mera anécdota curiosa que contar a sus nietos en las noches de Halloween. Pasaron diez dÃas y Miriam consiguió olvidarse del suceso totalmente. El teléfono no habÃa vuelto a sonar y la web en cuestión parecÃa estar desactivada. Aquel dÃa estaba especialmente cansada. Llegó a casa sobre las nueve, se puso el pijama y tras mordisquear una manzana verde de las que quedaban en la nevera, se dirigió a la cama. Ya habÃa apagado la luz cuando el teléfono sonó. -Tan sólo le quedan diez dÃas de vida y aún no ha reservado su ataúd. ¿Acaso prefiere la incineración? Seguimos estando a su servicio en elsantoentierro.blogspot.com Miriam empezó a chillar y un ataque de pánico hizo mella en su ser. Le faltaba el aire, notó que la vista se le nublaba y el corazón aceleraba sus latidos de forma alarmante. Cayó desplomada sobre la alfombra de su habitación. -Abra los ojos. ¿Me oye? Señora DÃaz, si me oye intente contestar. TenÃa frÃo y le dolÃa la cabeza. Trató de abrir los ojos y al hacerlo descubrió que una luz intensa le enfocaba. -¿Me oye? -SÃ. Respondió medio aturdida -Está usted en el hospital. Perdió el conocimiento y lleva cinco dÃas inconsciente. -¿Cómo? -La portera de su bloque fue quien nos avisó. -¿Cinco dÃas? -SÃ, cinco dÃas. -Sólo quedan cinco entonces... -Perdón, creo que no la entiendo. ¿Sólo quedan cinco que? -Mi teléfono, la funeraria... balbuceó con voz angustiada. -No sé de que me habla. Miré, trate de calmarse. Hemos de hablar. -¿Hablar? -SÃ, verá. Tras la caÃda le hemos realizado un escáner y hay algo que no va demasiado bien. -¿Que no va... bien? -No sabemos si ya estaba ahÃ, o lo ocasionó la caÃda, pero debe usted saber que tiene un edema en el lóbulo frontal derecho. -¿Un edema... ? -Bueno, a veces acaban por desaparecer pero, es una situación delicada... -¿Delicada...? Miriam se echó a llorar. -La dejaré un rato sola. Trate de descansar ¿Vale? Dijo el médico mientras salÃa de la habitación. Miriam estaba aturdida. Era demasiada información de una sola vez. Su cabeza era incapaz de procesar lo sucedido. Mientras daba vueltas en su cabeza a lo que habÃa dicho el doctor, el teléfono de la habitación sonó. Miriam lo miró durante unos segundos aterrada pero, como siempre, lo descolgó y lo acercó a su oÃdo. -¿Va a querer el ataúd de caoba o de pino? ¿Servicio Básico o Premium? Tan sólo le quedan cinco dÃas... y no tiene tiempo que perder. Miriam nunca salió viva de aquel hospital. Cuenta la leyenda que a todo aquel que ose entrar en la web corre el riesgo de que se le asigne un número. |
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