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La vieja casa


Cuando tenía siete u ocho años, mi papá perdió su trabajo y junto con mamá y mi hermano, nos tuvimos que mudar a casa de mi abuela. Era una vieja casa de dos pisos, con atico y un jardin trasero muy grande. Mi papá comenzó a trabajar todo el día manejando un taxi para sacarnos adelante, mientras mamá cocinaba pays de manzana para vender en el vecindario.

Mamá y papá dormían junto con mi hermano que en ese entonces era un bebé, y yo dormía sola en otra habitación que quedaba justo por un lado de las escaleras hacia el atico.

Fueron tiempos dificiles, pero siendo una niña, me preocupaba mas jugar y curiosear en la gran casa de la abuela. El abuelo había muerto de cancer de pulmón varios años antes de que yo naciera, así que no lo conocí.

Mi abuela decía que el espiritu del abuelo a veces la visitaba. Yo creía que la abuela decía la verdad, pues aunque nunca había visto un fantasma, en esa casa siempre se escuchaban ruidos extraños, puertas que se cerraban solas, y objetos que cambiaban de lugar.

Una noche por alguna razón desperté en la madrugada y escuché a dos personas discutiendo, se escuchaban como murmullos, como si esas personas quisieran mantener la voz baja para no despertar a nadie. Yo en ese momento pense que eran mis padres discutiendo por cuestiones de dinero como solían hacerlo. Me levanté de la cama y en cuanto abrí la puerta de mi habitación, me di cuenta de que las voces se escuchaban en el atico, y no en la habitación de mis padres.

Así que pensando que habían dejado solo al bebé, fui a su habitación para asegurarme de que estuviera dormido. Cuando entré me llevé la sorpresa de que mis padres y hermano estaban profundamente dormidos. Me acerque en silencio a la cama y le susurré a mi mamá -Hay alguien en el atico-

Ella sin despertarse del todo me dio un beso y me dijo -No hay nadie allí. Vuelve a dormir-

Entonces regresé a la cama. Esto sucedió durante varias noches seguidas.

Cuando le comenté a la abuela lo que había escuchado, ella dijo -Es solo tu imaginación-

Siendo una niña, nadie me tomaba en serio. Estaba frustrada.

Esa misma noche volví a despertar en la madrugada y al escuchar las mismas voces decidí ir a investigar por mi misma quien estaba en el atico.
Subí despacio la escalera. En cada escalón las voces se hacían mas fuertes y claras. Era la voz de un hombre y una niña, no alcanzaba a escuchar sobre que discutían. Cuando llegue al ultimo escalón y me encontraba frente a la puerta del atico, sentí un escalofrío que me recorrió desde el cuello y se esparció por todo el cuerpo. Abrí la puerta y entonces las voces cesaron. Estaba oscuro, solo se veía una tenue luz de la calle que entraba por una ventana. Escuché como en voz muy baja una de las voces dijo "Alguien abrió la puerta".

-¿Quien esta aqui? - pregunté

No hubo respuesta. Busqué a tientas el interruptor de luz. Con la poca luz que entraba por la ventana podía notar que a simple vista no había nadie. Quizá al escuchar la puerta quienquiera que estuviese ahí se escondió.
Aunque no veía a nadie tenía la sensación de que había otra persona en ese lugar.

Cuando por fin encontré el interruptor, encendí las luces al mismo tiempo que preguntaba por segunda vez -¿Quien está aqui?

De nuevo, no hubo respuesta. Comencé a caminar despacio a lo largo del atico buscando a alguien, pero estaba sola. Decepcionada, decidí regresar a la cama, apenas di dos pasos cuando escuché un murmullo detrás de mi. Era la voz masculina diciendo "la puerta está abierta".... fue casi imperceptible, pero con todo el silencio que reinaba en la casa lo escuché muy claro. Sentí que se me erizaba toda la piel y corrí hacia las escaleras. Ahora podía estar segura de que eran fantasmas.

Cuando iba bajando las escaleras a toda velocidad, vi a mi abuela que iba subiendo, buscandome. En cuanto la vi, la abracé fuerte y sin decir nada, me llevó de nuevo a la cama.

- No quiero que vuelvas a subir allá ¿me escuchaste? - dijo antes de darme un beso. Luego subió al atico a apagar la luz que yo había dejado encendida en mi carrera por escapar de ahí. Escuché sus pisadas encima de mi recamara y luego escuché como cerró la puerta y bajó las escaleras, dirigiendose a su habitación.

No me quedé dormida inmediatamente, tenía miedo. Cuando por fin me dormí tuve pesadillas sobre los fantasmas del atico. Y eso fue solo el inicio.

A partir de esa noche, los ruidos se intensificaron, se escuchaban voces, se veían sombras con el rabillo del ojo. Incluso escuché a mis padres comentar sobre los ruidos que se escuchaban. En la madrugada me despertaba siempre a la misma hora, escuchando como si en el atico movieran muebles y dejaran caer cajas, justo por encima de mi habitación.

Una de esas noches en que los ruidos me despertaban, traté de volver a dormir, pero la sensación de ser observada por alguien. Comencé a sentir miedo y me tapé por completo con la sabana, intentando ignorar el miedo. No pude. Despues de unos minutos decidí enfrentar mi miedo.

Quité la sabana de mi cara y entonces vi una sombra pequeña, como de una niña, parada justo al lado de mi cama. No le vi el rostro, no se le podía ver, era más sombra que figura.

Me congelé, tenía mucho miedo y quiería gritar, pero no podía. Casi no podía respirar. Temblando me senté en la orilla de la cama, quedando frente a la niña. Respiré profundo y me armé de valor para preguntarle

-¿Que quieres?

La sombra se desvaneció y enseguida escuché a mi hermano llorar en la otra habitación. Corrí hasta y me di cuenta de había una sombra como de un adulto parado junto a la cuna del bebé. Curiosamente, mis padres seguían dormidos, parecían no escuchar el llanto de mi hermano. En cuanto la sombra se dio cuenta de mi presencia, desapareció. En el mismo instante en que desapareció mi mamá despertó y levantó al bebé de la cuna. Le conté lo que había visto, pero no me creyó o no quiso creerme.

Las apariciones comenzaron a volverse más frecuente, resumiré mis experiencias en contarles que pareciera que el fantasma mayor hostigaba al bebé . Lo hacía llorar, lo acechaba. En varias ocasiones vi esa sombra grande junto al bebé y luego la vi desaparecer. El fantasma de la niña parecía avisarme cuando el otro iba a aparecer.

La situación se volvió insoportable, a tal grado que los adultos ya no podían ignorar lo que estaba sucediendo. Muchas veces vi una sombra pasar junto a mi, y me di cuenta que mi padre tambien la veía. Se quedaba quieto, palidecía y luego intentaba fingir que no pasaba nada.

Lo peor fue una noche en que escuché como alguien golpeaba en mi puerta y jalaba el pestillo, como intentando entrar desesperadamente. En seguida escuché al bebé llorando intensamente. Corrí hacia la cuna y no lo encontré ahí. Desperté a mi mamá y ella despertó a papá, y comenzamos a buscar al bebé. Se escuchaba en el atico, pero no estaba ahí. La abuela se unió a la búsqueda y despues de revisar cada rincon de la casa, volví al atico solo para segurarme. Ahí estaba el bebé, llorando, en el piso polvoriendo.

Entonces la abuela nos contó que muchos años atrás, incluso antes de que el abuelo muriera, tuvieron la presencia de dos espiritus, el mas grande hacia cosas malas, golpeaba a los invitados, provocaba accidentes, le gustaba provocar angustias, movía las cosas de lugar. Con ayuda de una psiquica, lograron encerrar al fantasma mas grande en el atico. El otro espiritu, que era el de una niña mas o menos de mi edad, era quien rondaba por la casa, pero no tenía ninguna intención malvada.

Entonces mi madre le sugirió llamar nuevamente a la psiquica para que nos ayudara a encerrar otra vez al espiritu malvado. Mi abuela lo intentó al día siguiente, pero le informaron que esa persona había fallecido hacía poco tiempo. Coincidió su muerte con la noche en que comencé a escuchar las voces en el atico.

La persona que le informó a mi abuela sobre la muerte de la psiquica le proporcionó el telefono de otra persona que se dedicaba a contactar con entes del mas allá.
Así que mi abuela llamó a esa persona y esa misma tarde nos visitó y sin que nosotros le dijeramos una sola palabra, se sentó en uno de los sillones de la sala y nos dijo que sentía la presencia de ocho espiritus. La mayoría de ellos eran residuales, no sabían que estaban muertos, pero no hacían ningun daño. Tambien había un hombre mayor que deambulaba por los pasillos, que estaba vinculado con los que viviamos ahí. Que era nuestro abuelo. También una niña que actuaba como guardiana de la casa y otro más.... Un fantasma de un hombre adulto que disfrutaba el dolor y sufrimiento ajenos. Ese era el que estaba causando tantos problemas.

La psiquica nos dijo que ese espiritu estaba lleno de odio y resentimiento, que había sido encerrado por alguien más hacía muchos años, y al sentir la muerte de esa persona, había tomado fuerzas y había llamado mi atención para que yo abriera la puerta. La puerta física solo era un reflejo de la puerta psiquica con la que esa persona había encerrado al espiritu tantos años atrás.

Las discusiones que yo escuchaba era la niña, intentando retener al espiritu malvado para que no pudiera escapar.

La psiquica sugirió expulsar al espiritu, que sería mas efectivo que mantenerlo en cautiverio, que así solo lo retendríamos por unos años y despues regresaría con mas fuerza.

Entonces hizo un ritual con incienso recorriendo toda la casa y al final nos hizo decir una oración tomados de la mano. Ahí terminaron todas las apariciones, los ruidos y las cosas extrañas.

Solo de vez en cuando escuchabamos pasos en los pasillos, pero sabíamos que era el abuelo, vigilando nuestro sueño.


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